martes, 15 de julio de 2008


Fue una de las niñas que vino al colegio cuando el resto ya llevábamos unos años juntas. Cuando eres niña, los años pasan muuuuyyyyy lentos, así que cuando llegó, nosotras éramos un grupo compacto, en el cual era difícil entrar y acomodarse. Hasta que la conoció.

Ella también era nueva del año anterior, y se hicieron inseparables. Faltaban un par de años para entrar en la temida adolescencia, y cuando ésta llegó, entraron juntas de la mano como quien entra en una fiesta.
Entonces llegaron los suspensos de cuatro en cuatro, las salidas a “Nacional”, los pantalones de “pata de elefante”, las hombreras dobles, los minis, los chupitos, las llamadas de las monjas a sus padres, los chicos, las peleas en la calle, la interrupción de un embarazo accidental y prematuro, y el fin del colegio de monjas donde nos quedábamos hasta terminar tercero de BUP.
Fue una adolescente intensa, loca, de las que hace que los padres se lleven las manos a la cabeza cuando te ven con ella, de las que dan que hablar.
Han pasado 15 años, no sabía cuál había sido su camino.

Entonces, la vida te enseña su lado mas travieso, demostrándote que los indicios no siempre te hacen llegar a una conclusión certera.
En el acto solemne, ante la presencia de sus ahora orgullosos padres, y condecorada como número uno de su promoción, me la encontré de nuevo, pero esta vez como Excelentísima Señora.

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