FAREZ

Apartamento de ensueño en el centro de París, pagado por el Gobierno.
Era un bajo con un pequeño patio para él solo.
Ser buen estudiante había tenido su recompensa.
Todo parecía idílico, hasta que apareció él.
Gris, pelo largo, con el descaro del que se considera en su casa, y con bastante mal carácter.
En verano a través de las ventanas del patio, entraba en el salón, afilando sus uñas en moquetas y muebles.
La broma ascendió a 800 euros.

Plan de acción 1:
Llamar a la protectora de animales.
Ellos ya le conocían, de hecho, cada vez que le llevaban a sus instalaciones, se escapaba volviendo a la que él consideraba su casa.

Plan de acción 2:
Leche con licor.
Después de su ingestión, entró en un estado de somnolencia que le permite meterle en una bolsa de viaje, y llevarle en el metro hasta el otro lado del vecindario.
En el metro la gente le miraba extrañada, ya que llevaba un gato narcotizado en una bolsa.
Al cabo de 3 días volvió a ver una bola de pelo gris afilando sus uñas en el sofá.

Plan de acción 3:
Palangana llena de agua helada procedente de un gran bloque de hielo.
El intruso es acechado detrás de la cortina, esperando su costumbre de entrar al salón para su tradicional rito de afilado de uñas.
Los efectos por ahora son permanentes (aunque no sabemos si definitivos).

MOBBING

Después de verano en mi trabajo cuento con dos nuevos compañeros.

Cuando les veo hablar, expresar sus iniciativas, y su forma de ver nuestra misión, me veo a mí hace casi cuatro años.
Esto hace que realmente sea consciente del proceso de transformación que he sufrido.

Mi teoría:

En Japón hay un Reality Show tipo Gran Hermano. Los protagonistas somos nosotros, aunque no lo sabemos.
Hay cámaras ocultas que graban nuestras reacciones ante estímulos laborales extremos que unos guionistas sin escrúpulos deciden aplicarnos sin piedad.

La audiencia comenzó a bajar cuando concursantes como yo decidieron tomar una actitud pasiva, casi anestesiada, dejando de dar mucho juego.
Por tanto, decidieron introducir concursantes nuevos (pobrecicos míos).

La parte buena es que seguramente los estudiantes japoneses llevan fotos nuestras en las carpetas, y seguro que hay algún club de fans nuestro, ya que debemos ser ídolos freakys allí.

• Un bebé envuelto en choco crispies
• Parche buscando un hueco en un muro que nos separa para llegar a mi (mil maullidos que probablemente no eran soñados, lo siento por los vecinos)
  
• Busco algo en un bolso lleno de gelatina y no lo encuentro por mas que revuelvo con la mano

Al menos hoy, al estirar el brazo te toco y estás ahí

Cuando más complicado parece ponerse todo, aparecen las cosas más bellas.
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me gustaría creerte.

RUTINAS

Día anterior:
- Autocheck - in on line, elegir sitio delante y con ventanilla, si no, en salida de emergencia.
- Imprimir Agenda.
- Anotar sala y edificio
- Cargar con el portátil
- Poner los documentos en el escritorio (puede que no haya red)
- Llamar al taxi para que me recoja a las 6:30 a.m.

Día D:
- Calcular y ajustar el tiempo para levantarme lo mas tarde posible y estar a las 6:30 a.m. en el taxi.
- De camino a la puerta de embarque, pasar por Zara (lo que mas me gusta de la T4).
- Intentar dormir en el vuelo (esto nunca es posible si viene mi jefe).
- Esperar la navette con al menos 4 personas mas de tu empresa (siempre la misma conversación: ¿solo vienes para hoy o te quedas mas días?).
- Llegada a la reunión: presentación en formato corporativo con lenguaje corporativo.
- Aportación por países. Los franceses proponen, los alemanes se oponen, los británicos y los españoles nos miramos divertidos como si no fuera con nosotros.
- Almuerzo a las 12:30 a.m: Costumbres europeas.
- Tarde laaaaaarrrrggggaaaaaaa de discusión y de lucha por no perder la atención.
- Vuelta al aeropuerto.
- Visitar la tienda del Toulousain.
- Check-in en mostrador.
- Control de seguridad digno de USA el 12-S.
- Sala de embarque repleta de gente de tu empresa.
- Intentar dormir en el vuelo ( esto nunca es posible si viene mi jefe).
- Taxi de vuelta a casa con atasco en la M-40 en el desvío a Coslada.

Era uno de los chicos más guapos del barrio.
Esperaba el autobús de su colegio con su americana azul adornada con un escudo y su pantalón gris planchado con raya. Siempre con el pelo negro engominado y su mandíbula perfectamente cuadrada.
La última vez que hablé con él, se iba a casar con una niña pija hija de un empresario inmobiliario.
Comenzaba una nueva vida en Pozuelo, con su licenciatura en derecho y sus aspiraciones de broker financiero.
Han pasado 10 años desde la última vez que le vi.
La vida me vuelve a sorprender: sigue usando gomina, pero ahora es un bohemio pintor de éxito, separado y con un hijo. Viaja por todo el mundo mostrando su obra, rodeado de modelos y gente de la nobleza, pasando largas temporadas en Ibiza y llevando pashmina.
Sigue siendo uno de los chicos más guapos del barrio.