viernes, 12 de septiembre de 2008


A menudo me sorprende cómo las circunstancias pueden determinar tu estilo de vida.

En algo tan simple como los amigos que te rodean, tu barrio, tu cole, tu chico, tu trabajo, puedes encontrar hábitos, formas de ocio, inquietudes, puntos de vista, tendencias que te pueden marcar al menos temporalmente ( a veces para siempre).
Mirando fuera de mi entorno, me encuentro con una realidad que si bien sé que existe, me parece ajena.
Es entonces cuando hago esta reflexión y me planteo si vivo en un mundo completamente paralelo, en el que cosas que para muchísimas personas de mi generación son cotidianas, me resultan extrañas.
Cuando alguien que quieres mucho, con quien has compartido muchas cosas de tu vida, tu infancia, se comporta de forma peligrosa, autodestructiva, perdida, un agujero casi físico y localizable en el pecho se me abre y parece que aspira tu alma dentro.

Es el agujero de la pena. Es el vacío que duele.

Quizás porque las circunstancias me han llevado lejos de su realidad, me mira como a un extraterrestre, y la distancia se amplía y ya no es meramente geográfica.

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